martes, 24 de noviembre de 2015

Notas parciales y finales

Estudiantes
Correcciones
Nota Final
Laura Ávila
1. no se especifican las opiniones de la autora como obstáculos epistemológicos. Hay errores de ortografía inaceptables a esta altura de la carrera.
2. hay presencia de respuestas sobre validación y la pregunta es sobre vigilancia epistemológica. No se explican los instrumentos de apoyo ni qué reflexión metodológica realiza.
3. Falta explicar la entrevista en profundidad hacia el experto en semiología
4. Monumento bien explicado
5. Falta trabajar articulación entre el caso y la teoría. Bien la explicación de la primacía de la letra sobre la imagen en el ámbito académico.
General: la cita de fuentes bibliográficas es incorrecta no sigue ningún citerio ni norma, también inaceptable para esta altura de la carrera
7 siete
Antonella Saez
1. muy bien la articulación entre teoría y análisis de caso
2. No se explican ni los instrumentos ni que reflexión metodológica realiza como vigilancia
3. correcto el análisis de validación
4. las fotos no representan las imágenes de las paredes. No hay una explicación de por qué se toman las fotos como monumento.
5. Bien el análisis microfísico del poder.
Muy bien el uso del sistema APA de cita bibliográfica.
Todo trabajo debe tener numeración de páginas.
9 nueve
Mariano Urquiza
1. no se explican cuáles fueron los obstáculos que debió sortear la investigadora. Cita a Bachelard pero hay una incapacidad de encontrar el marco teórico en el caso analizado
2. Bien explicado el tema vigilancia
3. Correcto las marcos teóricos de validación
4. Muy bien análisis del monumento
5. No está claramente explicado las prácticas de poder y el uso de imágenes en la paredes de la escuela
Todo trabajo debe llevar la bibliografía trabajada, aclaración que no se debería hacer a esta altura de la carrera.
9 nueve
Yolanda Vargas
1. no se deja en claro opiniones respecto a qué son consideradas obstáculos epistemológicos.
2. Correcto la respuesta sobre vigilancia epistemológica
3. Errores de ortografía inaceptables a esta altura de la carrera. El uso semiológico de la fotografía es lo que valida su investigación tomándolo como monumento.
4. No explica cómo y por qué se toma a la imagen como monumento. No hay una articulación clara entre teoría y análisis de caso.
5. Discreto análisis de la microfísica del poder a través de las imágenes en las paredes.
Todo trabajo debe llevar la bibliografía trabajada y paginación, aclaración que no se debería hacer a esta altura de la carrera.
Se demuestra la poca importancia vertida en este trabajo que hay anexado una hoja de otro trabajo sobre residuos y basura. Espero que no sea un mensaje hacia el espacio pues no es la forma correcta.
7 siete
Daniela Jolibois
Excelente. Felicitaciones!!! Digno de una cientista de la educación
10 diez
Natalia Henrández
1. Cuidado que definir el objeto de estudio es parte del método científico y no es saltar opiniones previas como obstáculos.
2 y 3 correctas las articulación entre teoría y análisis de caso
4. tomar al objeto de estudio como monumento no pertenece al método genealógico donde se realiza una seriación del mismo
5. Muy bien el análisis de microfísica del poder a través de la imagen utilizada en la escolaridad.
10 diez

viernes, 20 de noviembre de 2015

EL INVESTIGADOR RICARDO VILLALBA, DE CIENTIFICOS Y UNIVERSITARIOS AUTOCONVOCADOS, ANTE EL BALLOTTAGE


“Nos preocupa el futuro de la ciencia”

Parte de un equipo distinguido con el Nobel de la Paz por su trabajo sobre cambio climático, Villalba destaca las políticas para la ciencia vigentes y revela la falta de definiciones de Macri.

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Desde la cordillera mendocina, el investigador del Conicet Ricardo Villalba estudia el cambio climático y produce avances que valora el mundo entero: el trabajo que realizó dentro del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático le valió el Premio Nobel de la Paz. En los últimos años vivió con entusiasmo el “rejuvenecimiento” de la planta de investigadores del Conicet, el incremento del diálogo entre la comunidad científica y “los tomadores de decisiones” y la adquisición de maquinaria de punta y su instalación en el interior del país. Por eso, de cara al ballottage, decidió sumarse a la iniciativa nacional Científicos y Universitarios Autoconvocados para hacer explícito su apoyo a la fórmula que encabeza Daniel Scioli y su preocupación por la “falta de definiciones” para el sistema universitario y científico del candidato de Cambiemos, Mauricio Macri. “Los científicos tenemos mucho para dar para la calidad de vida de nuestro país y está en nosotros no volver atrás”, dijo en diálogo con Página/12.
“Lo que nos motiva es una sensación de preocupación sobre el futuro de la ciencia en Argentina. En particular, reconocemos que durante los últimos diez, doce años, ha habido cambios muy importantes y es claro que esta política de favorecer el sistema científico en Argentina ha sido muy productiva”, dijo Villalba. Entre las políticas que destacó incluyó la “incorporación año tras año de una cantidad creciente de investigadores al Conicet –que pasaron de tres mil en 2003 a más de 10 mil– y su programa de becas”, que ha permitido aumentar y “rejuvenecer” el plantel de trabajo. “Antes éramos una estructura vieja y ahora la situación ha cambiado notablemente. Si uno tiene la oportunidad de recorrer las instituciones del Conicet, va a ver gran cantidad de gente joven, lo que habla de un futuro muy promisorio de la ciencia en Argentina.”
Villalba, que es ingeniero forestal graduado de la Universidad Nacional de La Plata, doctor en Geografía por la universidad estadounidense de Colorado y posdoctor en Geociencias por la Universidad de Columbia, celebró la “apertura de la estructura política a la comunidad científica”. Como ejemplo, recordó que ese contacto permitió sancionar en 2010 la ley de protección de glaciares, proceso en el que valoró el rol del entonces senador Daniel Filmus. “La posibilidad de que Filmus sea el conductor del Ministerio de Ciencia y Tecnología de Scioli y que continúe el diálogo entre la ciencia y los tomadores de decisiones es algo que nos alienta a seguir trabajando en la búsqueda de solución a los problemas del país.”
De esta última década transcurrida, el investigador también valoró el apoyo recibido por parte del Estado para la compra de grandes equipamientos y destacó especialmente la adquisición de “un espectrómetro para estudios isotópicos” que, en plan de “federalizar” el trabajo científico, será ubicado en la ciudad mendocina de San Rafael.
El investigador insistió en su preocupación y la de sus colegas por la interrupción de políticas públicas de ese tipo y por la “falta de definiciones claras” para el campo de la ciencia del candidato de Cambiemos. “Si bien Macri ha dicho que se va a respetar la ciencia –dijo–, todavía no sabemos quiénes son sus referentes y no hay compromisos ni una definición clara de cuál va a ser el futuro, como sí hay por parte de la otra línea. Scioli dijo que llevará el presupuesto del sistema científico al 1 por ciento de PBI nacional y ha asumido compromisos que hacen al refortalecimiento y la importancia de la ciencia.”
El eje del trabajo de Villalba es el cambio climático y su impacto en la Cordillera de los Andes, a partir de dos líneas de investigación: una centrada en los recursos hídricos y otra en los bosques patagónicos. El investigador fue seleccionado para integrar el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), dependiente de la ONU, y fue en ese marco que en 2007 recibió, junto a todo el equipo, el Nobel de la Paz. “Es un orgullo que científicos argentinos que venimos desarrollando nuestra tarea en nuestro país; trabajando en nuestra cordillera, observando nuestros problemas ambientales y climáticos, seamos convocado a formar parte de instituciones tan prestigiosas –agregó–. Esto evidencia que aquí se produce ciencia de excelencia y está en todos los científicos no volver atrás.”
Informe: Delfina Torres Cabreros.
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martes, 17 de noviembre de 2015

Diálogo con Adriana Feld, autora de Ciencia y política(s) en la Argentina


El Estado como promotor de la ciencia

Feld analiza el proceso de institucionalización del sistema científico desde 1943 y destaca el rol que cumplieron las políticas públicas. También recorre los cambios en la valoración de las ciencias y en la forma en que se concibe al científico.

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“A fines de los 60, la ciencia se vuelve más claramente objeto de estudio de las ciencias sociales.”
En el libro Ciencia y política(s) en la Argentina –recién publicado por la Universidad Nacional de Quilmes–, la historiadora Adriana Feld recorre las políticas de ciencia y tecnología que signaron la producción nacional durante un período de 40 años, entre 1943-1983, en el que se sucedieron gobiernos democráticos y dictaduras sangrientas, proyectos nacionales y miradas internacionalistas. Feld escogió ese lapso para anticiparse brevemente a las iniciativas del primer peronismo, momento en el que se crearon instituciones emblemáticas del área, y culminar con la recuperación democrática del 83, año en que identificó el cierre de una etapa de “institucionalización” y el viraje de la discusión hacia nuevos horizontes. A lo largo del libro aparecen, en compleja interrelación, actores, aspiraciones y paradigmas diversos que, dejando de lado la idea que postula a la ciencia como un esfera neutral, la exhiben como un campo más donde lo que pregna es la disputa.

–¿La política científica del peronismo coincide con las versiones historiográficas más difundidas respecto a ese período?

–Me parece que en la historiografía no hay una clara definición del perfil de las políticas de ciencia y tecnología durante este período porque los trabajos que lo abordan son relativamente recientes y porque, si bien en estos años la política de ciencia y tecnología se plantea como una política explícita y se crean algunos organismos, es muy difícil ver cuestiones como los patrones de inversión en ciencia y tecnología o cómo se orientó la política en este área. Ahora, lo que uno tiene son algunas innovaciones institucionales y un énfasis retórico en algunas cuestiones. En la revista Mundo Atómico uno puede ver un discurso en donde la ciencia aparece como subsidiaria del desarrollo económico, fundamentalmente del desarrollo industrial y del desarrollo de algunos sectores estratégicos de interés militar y también, en algunos casos, como una forma de afirmación de la soberanía sobre el territorio. Una segunda cuestión que uno encuentra es un mayor énfasis sobre la necesidad de crear o fortalecer organismos de investigación insertos en estructuras ministeriales por sobre las universidades.

–Usted señala dos “culturas políticas” en torno de la política científico tecnológica: la burocráctico-estratégica y la académica. ¿Qué características tienen?

–En esos años hay una tensión entre la retórica oficial y la retórica de la elite científica argentina. No es una tensión propia de la Argentina, pero adquiere cierta virulencia en el marco de las tensiones políticas y socioculturales del peronismo. Digamos que si el discurso de Perón era muy nacionalista y señalaba la necesidad de planificar la actividad científica y que hubiera comités o consejos para las políticas científicas, el discurso de la elite académica era fuertemente internacionalista. Uno también encuentra en el discurso de la comunidad científica, que analicé a través de revistas como Ciencia e Investigación, cierta exaltación de la autonomía y de la libertad de investigación y cierta concurrencia a un discurso que después nosotros llamamos un discurso lineal, vinculado con el modelo de investigación lineal: que fomentando la ciencia básica se pueden obtener beneficios socioeconómicos de un modo casi automático, sin intermediación de otros tipos de instrumentos institucionales.

–¿Por qué el período 1955-1966 suele ser conceptualizado como los “años dorados” de la ciencia y la universidad nacionales?

–Es un modo de interpretar este período que tiene cierta coherencia con un proceso de creación o refundación de instituciones de ciencia y tecnología como el INTI, el INTA... Se crea el Conicet sobre la base administrativa del consejo que había creado Perón. Se produce también un proceso de cambio de formación en las universidades, con la creación de cargos exclusivos. Se crean laboratorios de investigación, nuevas carreras y la idea de asociar docencia con investigación. Eso coincide además con lo que se consideran los años dorados de la asistencia técnica internacional, con una gran afluencia de recursos de organizaciones norteamericanas. Se empiezan a establecer instrumentos para la formación de nuevos investigadores y criterios para evaluar la calidad de las producciones o para otorgar becas o subsidios. También intervienen otros factores. Por un lado, la marca del discurso de los protagonistas de la época, caracterizado por un espíritu refundacional y, por otro lado, hay una valorización de este período en función de lo que pasó después: lo más emblemático fue La noche de los bastones largos, que destruyó experiencias muy interesantes.

–¿Cómo fueron cambiando, durante el período analizado, las concepciones en torno de la figura del investigador?

–Yo analizo algunos editoriales de la revista Ciencia e Investigación de los años 60 y veo que si para los años 40, 50 la imagen del investigador aparece como una especie de sabio abnegado, como una figura excepcional, cuyas características principales son la objetividad, la capacidad crítica, el desinterés económico –la actividad científica como una especie de sacerdocio–, en las editoriales de esta revista ya aparece con rasgos más parecidos al hombre común, con sus pasiones, marchas y contramarchas.

–¿De qué se trata el cambio en la representación y valoración de la ciencia que ubica entre fines de los 60 y principios de los 70?

–Ahí analizo la emergencia de lo que hoy se conoce como el pensamiento latinoamericano en ciencia, tecnología y desarrollo. Sin perder de vista el panorama regional, trato de mirar la foto un poco más amplia y ver qué pasa en el mundo. Lo que sucede a fines de los ‘60 es que la ciencia y la tecnología se vuelven más claramente objeto de estudio en las ciencias sociales. Se empieza a cuestionar que la relación entre ciencia, tecnología y desarrollo no es tan lineal y que la investigación científica de excelencia que había tenido logros importantes en Argentina no es suficiente para lograr el desarrollo.

–¿Qué impacto tuvo en el sistema científico tecnológico la dictadura del 76?

–Este período está atravesado por interpretaciones vinculadas con dos rasgos salientes: con las políticas económicas liberales y con las represivas: con la violación de los derechos humanos. Este segundo aspecto yo no lo abordé porque es algo que me parece que se expresó de igual modo en todos los ámbitos: no sé si en el ámbito científico hay algo tan específico. Pero efectivamente hubo despidos, exilios, desapariciones y me parece más interesante mostrar cómo eso interrumpió ciertas trayectorias y líneas de investigación. Uno puede ver, por ejemplo, cómo la política de investigación y extensión del INTA viró hacia problemas de interés para las grandes corporaciones terratenientes en detrimento de otras líneas de investigación que se venían pensando a principios de los 70 y hacían hincapié en las economías regionales.

–¿Se puede concluir que en Argentina el motor de la ciencia estuvo centrado en el Estado y no en el sector privado? ¿Es una particularidad de nuestro país?

–Sí, a lo primero y no a lo segundo. Me parece que muchos países en la región tienen situaciones similares, aunque no es la tendencia mundial. En el caso de Argentina y de otros países de América latina hay una cultura que es muy débil en términos de demandas específicas y el Estado vino a suplir esa falencia.
Entrevista: Delfina Torres Cabreros.
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lunes, 16 de noviembre de 2015

REDcientífica N°68 - Ciencia, Tecnología y Pensamiento

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    Boletín REDcientífica nº 68

 Ciencia, Tecnología y Pensamiento

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FUTURO SINGULAR: EL NUEVO PARADIGMA DE LAS ORGANIZACIONES SOCIALES
Noticias REDcientífica

El próximo jueves 19 de noviembre de 2015 se celebrará en La Casa de América (Madrid, España) el evento "Futuro Singular: el nuevo paradigma de las organizaciones sociales", con la participación de destacadas personalidades del campo de la inteligencia artificial, la telemedicina, la genética molecular, la ingeniería biomédica y la neurociencia.

[sigue en: 
http://www.redcientifica.org/futuro_singular_el_nuevo_paradigma_de_las_organizaciones_sociales.php ]

Más información e inscripciones: 
http://www.vivelibre.es/futurosingular/
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INTROSPECCIÓN Y EXTROSPECCIÓN
Alejandro Álvarez Silva

El campo de la vida interna será el del próximo futuro, y su verdadero desarrollo también vendrá de manos de la ciencia, pero de una ciencia dotada de distintos medios y métodos a los actuales, adornada de una mayor exquisitez y pureza lógica-matemática.

[sigue en: 
http://www.redcientifica.org/introspeccion_y_extrospeccion.php ]
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¿QUIÉN CONTROLA EL FUTURO?
José Pérez Plano

Es verdad que Lanier tiene una pinta que posiblemente te cambiaras de acera si lo ves de noche, pero su mente está abierta a tratar diferentes campos y analizar con acierto sus interconexiones.

[sigue en: 
http://www.redcientifica.org/quien_controla_el_futuro.php ]
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LA INVENCIÓN DEL TÉRMINO CONSIDERAL
Manuel de la Herrán Gascón

Yo soy un "consideral". Si tu también lo eres, esto no quiere decir que tu y yo tengamos las mismas reglas acerca de cómo debemos comportarnos con los animales no humanos. Tampoco indica que cumplamos esas reglas que nos hemos puesto a nosotros mismos. Sólo indica que en nuestro conjunto de reglas, los animales sintientes no humanos deben aparecer.

[sigue en: 
http://www.redfilosofica.org/por_que_no_me_gusta_el_termino_vegano.php ]
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EL REINO DE LA OTREDAD
Jorge Alberto Dostal

Ninguna forma existe aisladamente, sino solo en relación con las demás, así un objeto sólo puede distinguirse en relación con el espacio que lo rodea, ya que este demarca sus límites, estableciendo la forma que le es propia.

[sigue en: 
http://www.redcientifica.org/el_reino_de_la_otredad.php ]
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¿Cómo publicar en REDcientífica?
http://www.redcientifica.org/condiciones_de_publicacion_en_redcientifica.php

Para proponer la inclusión de un trabajo en REDcientífica, no necesita contactar con nosotros. El registro es libre. Simplemente, regístrese, cree su documento en borrador y pulse "publicar" cuando esté terminado. El equipo editor lo recibirá y evaluará su posible publicación.

martes, 10 de noviembre de 2015

La gran transformación

Por Florencia Saintout *

La semana pasada circuló la foto de un cartel que el químico y becado del Conicet Pablo García pegó en la puerta de su departamento contando a los vecinos lo que sucedería con su trabajo en caso de que triunfe Mauricio Macri: empezaría a lavar platos. Más allá del folklore, el científico nos advierte de la confrontación que se juega en uno de los ámbitos más importantes para el desarrollo de la Nación.
En sus intervenciones públicas la Presidenta involucra a la ciencia y a las universidades. Convoca y nombra a científicos, a intelectuales. Esas referencias al campo académico remiten a uno de sus períodos de mayor vitalidad –si no el mayor– desde su conformación en nuestro país. Si podemos dar cuenta de un primer momento fundacional con la Reforma del 18, y otro momento revolucionario con la decisión de la gratuidad universitaria en el 49, este tiempo bien podría ser nombrado como el de la Gran Transformación.
Esa Gran Transformación se encuentra en la vitalidad de un sistema que puede entenderse desde la materialidad de sus logros, pero también en la proliferación de ideas, interrogantes, epistemologías y modos de hacer. Es decir, la vitalidad de personas y formas de ver el mundo. Del renacimiento de un sentido, un afán: hacer ciencia con un para qué, con un con quiénes. Incluso contra quiénes. Pero hay que saber que estas preguntas sólo son posibles si hay alguna cosa llamada ciencia. Y no solamente se ha construido esa posibilidad sino que se ha efectivizado dentro de una plataforma de los derechos. Arsat es un claro ejemplo de la efectivización de la ciencia en una nación. Cuando en 2004 Néstor Kirchner lanzó el plan de radarización, lejos de estar pensando en resultados meramente inmediatos, cortoplacistas, estaba planificando el desarrollo de la Argentina. Por eso es necesario insistir en que los resultados que se tuvieron estos años no son mérito exclusivo de los científicos y los técnicos, como se pretende mostrar en los medios masivos de comunicación. Son decisiones políticas. Los países industrializados tuvieron –y tienen– políticas que van en esa dirección.
Este tiempo de vitalidad se opone a otro que ha sido nefasto. En 1976 la dictadura cívico-militar instaló un camino de horror en el que docentes y científicos fueron perseguidos, algunos debieron exiliarse y otros, como Jorge Bonafini, físico e hijo de la fundadora de Madres de Plaza de Mayo, permanecen desaparecidos. Diez años antes, durante el gobierno de facto de Onganía, la Policía Federal desalojaba a los palazos cinco facultades de la Universidad de Buenos Aires, con el objetivo de intervenirlas y suprimir su régimen de gobierno. Y veinte años después, un ministro de Economía mandaba a lavar los platos a una socióloga que lo inquirió sobre el aumento del desempleo. Aquel era el proyecto del saqueo que polarizó y fragmentó el sistema educativo y científico en la Argentina.
Hasta hace muy poco volver a construir la idea misma de sistema aparecía como quimera. Hoy, los documentos y manifestaciones públicas de agrupaciones de becarios o de consejos en las universidades apoyando lo realizado dan cuenta de la inmensidad de lo hecho en un territorio donde la autonomía y la neutralidad funcionaron muchas veces como coartada para huir de la política. (Y este es un capítulo imprescindible que debemos tomar de modo crítico hacia adelante, ya que no hemos tenido grandes debates al respecto, más allá de los gestos defensivos o culpabilizadores.)
- ¿Para qué la ciencia? La posibilidad de la llegada de Mauricio Macri y el PRO al gobierno nacional actualiza dramáticamente el interrogante ¿ciencia para qué? Ya se hicieron públicos algunos lineamientos, en una entrevista que el director de Ciencia y Técnica de la Ciudad de Buenos Aries concedió a la agencia de noticias de la Universidad Nacional de San Martín: “¿Publicaste en Science? Tenés 30 por ciento más de salario. ¿No publicaste en Science? Mala suerte, es la vida. El que publicó ahí me muestra que es mejor que los otros.”
El macrismo desconoce que los problemas humanos tienen escalas locales, y lo que es bueno, útil o relevante para los evaluadores de Science puede no serlo para el pueblo argentino. Además, la política científica de una patria soberana no debería ser cuestión de suerte. Pero sobre todo, no nos podemos permitir caer en la subordinación mental que pretende que en nuestro país no es posible fabricar cosas importantes. ¿Por qué creen los dirigentes del PRO que es más importante publicar en revistas internacionales que aportar al campo de investigación nacional? Porque claramente están pensando en una ciencia que administren los países imperialistas; porque no creen en la ciencia como una vía para la emancipación (por no prejuzgar que están pensando en eliminar todas aquellas ideas emancipadoras).
Mauricio Macri también se pregunta “¿qué es esto de universidades por todos lados?”. Y luego reduce la cuestión a una variable mezquina y miope: “obviamente, son más cargos para nombrar”. Las universidades no son sólo los cargos que las componen. Son muchas las respuestas en torno de qué son, pero en una de ellas está alojada la idea de universidades para el futuro de cada uno de los que habitan nuestro suelo.
Por el contrario, cuando asumió, Néstor Kirchner convocó a un grupo de científicos respetados por sus pares para saber “qué les duele y dónde les duele”, al tiempo que aumentaba en un 50 por ciento los salarios del Conicet. Dos modelos: ministros de gobiernos que mandan a lavar los platos; presidentes preocupados por el dolor de sus compatriotas (muchos de ellos refugiados en el exterior).
Hoy tenemos la mayor y mejor estructura educativa y científica de la región, pero menor que la de países con mejor desarrollo que el nuestro. Daniel Scioli ha afirmado claramente su compromiso con un proyecto de desarrollo con ciencia (con innovación para la inclusión, cuestión que es siempre importante aclarar porque se puede no tener innovación, pero además si se la tiene se la puede orientar hacia el saqueo, por ejemplo). También el candidato del FpV ha hecho explícita la propuesta de aumentar del 0,6 al 1 por ciento del PBI el presupuesto científico. Ha dicho que queremos un “hecho en Argentina con un pensado en Argentina”.
- Algunas cifras. Aunque parezca un enlatado, se torna ineludible repetir algunos datos para mostrar las dimensiones de lo acontecido. El sistema universitario triplicó su estructura con la creación de quince nuevas universidades nacionales, donde tiene lugar de trabajo el 80 por ciento de los investigadores de nuestro país, y a las cuales ingresan sectores sociales que nunca antes lo habían hecho. Estas universidades se distribuyen con un claro sentido federal, desde Misiones y Chaco hasta Tierra del Fuego. Un presupuesto equivalente al 1,65 por ciento del PBI permitió que durante los tres gobiernos kirchneristas se construyeran 190 mil metros cuadrados en 123 obras en todo el país, se repatriaron 1200 científicos mediante el Programa Raíces, y que la cantidad de investigadores del Conicet aumentara de 3694 en 2003 a más de 10 mil en la actualidad, con sueldos que se triplicaron en dólares. El sistema científico de nuestro país es el que exhibe la mejor proporción de científicos por cantidad de habitantes de toda la región.
Afirmando este camino se ha dado en los últimos días un gran avance en el Senado (no por Gabriela Michetti, que se retiró antes de votarlo) con la prohibición por ley del ingreso restringido y de cualquier arancelamiento, declarando la educación superior como bien público y derecho humano. Para ello se estableció la responsabilidad “indelegable y principal” del Estado para con las universidades públicas. Y es necesario recordar que desde el 2003 la matrícula de estudiantes universitarios aumentó el 23 por ciento.
Recientemente, el dirigente y ex candidato de Cambiemos Octavio Frigerio cuestionó la gratuidad de la universidad pública argumentando que los “beneficiaros son estrictamente los sectores altos y medios”, porque “los sectores bajos no tienen la posibilidad de terminar su secundario”. Su hijo Rogelio, titular del Banco Ciudad, respaldó la postura de su padre y afirmó que la universidad pública “carece de exigencia y de excelencia”. En respuesta a esto alcanza con ver solamente las cifras de la Facultad de Periodismo de La Plata, en la que se inscribieron 170 estudiantes al Progresar y otros 250 se anotaron en el Plan Nacional de Becas Universitarias del Ministerio de Educación. Es decir, si los aspirantes a la carrera de Periodismo se anotan en los subsidios otorgados por la Nación, es que, indefectiblemente, hay otros sectores sociales que gracias a las políticas propuestas por el Estado acceden a los estudios superiores.
En el ballottage se ponen en juego años de lucha por un sistema de educación pública, el mismo que supo resistir a la noche neoliberal impidiendo el arancelamiento. Nuestro pueblo no necesita a la ciencia resistiendo para no desaparecer: necesita a sus intelectuales y científicos trabajando para ampliar derechos, para hacer juntos un país más igual, para construir la justicia social. Para hacer ciencia y educación con soberanía.
* Decana de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social, Universidad Nacional de La Plata.
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sábado, 7 de noviembre de 2015

Ethnography Labs: Unpacking Ethnographic Narrative

By 

This article is part of the series: 
My first experience teaching an ethnographic text to a classroom full of students was rocky. My attempts to draw them out into making connections between the ethnographic materials and our big course questions were met with silence. I, panicked, asked ever more concrete questions about the text, while the silence slowly turned stony until a chatty student desperately regurgitated some ethnographic examples. I’d been told that ethnography was the “easier” genre of anthropological texts to teach, and that it was “theory” that was dense and hard. My experience has been the opposite. Social theory, while dense and difficult, makes itself clear as an argument. Good ethnographic prose erases its footprints.
Experiences like this one led me to rethink how to teach ethnography to a broad undergraduate audience, to students who are unlikely to become anthropologists when they grow up but with whom I want to share something of the unique reasoning that connects evidence and claim in the realm of anthropological research. My goals were to help students recognize ethnography as a rigorous, empirical, and argumentative method by learning to identify where arguments are in ethnographic texts and to help them see the distinctions between argument and evidence. I wanted them, in other words, to begin to understand that the rigor of socio-cultural anthropology is not just about fieldwork but about writing, that writing supports ethnographic work in a wide range of ways, and that by reflecting on the choices authors make, the shape of their prose, you might begin to take apart and examine their arguments. To do so, I designed a set of assignments and classroom activities that I call “ethnography labs,” to complement an introductory course in psychological anthropology. Here, I explain how these activities work and what (I hope) they accomplish for students. While I designed them to operate in a course on psychological anthropology, they would work just as well in any sub-field where ethnography operates alongside (or on) other models for studying human behavior, such as medical anthropology, the anthropology of development, legal anthropology, or economic anthropology, to name a few. Why call these activities “labs”? I wanted to cue several things to students: These activities were collaborative and experimental, much like their chemistry labs. They were a break from seminar-as-usual, involving a different kind of reading and discussion. It was also a way to distinguish the “reports” that they wrote for these activities from more polished writing assignments.

What do you do with another person’s ethnography?
Although the prose of ethnography is often straightforward and even lovely, easier to read than scientistic studies or dense theoretical texts, students often cannot see the forest for the trees. Many have difficulty making sense of how to intervene critically in ethnographic texts, or how to synthesize them. One consequence of this befuddlement is that students tend to criticize ethnography as “biased” or “too subjective;” another is that it is often challenging for them to engage the texts at all. The content feels like “background” to them, a nice story about another place. Most students have to be taught how to read ethnographic text; conversely, explicitly discussing how to read and interpret ethnography offers students a fantastic introduction to the field, its methods, and the unique reasoning that connects the many kinds of “data” anthropologists work with into coherent argumentative texts.
When socio-cultural anthropologists discuss ethnographic material with each other in the introductions to books and articles, we do not do what makes the most sense to students. We do not critique the evidence (rarely, aside from extreme cases such as Freeman’s work on Mead, do anthropologists openly suggest someone else’s ethnographic evidence is wrong). Nor do we necessarily critique method (it is rare to see a socio-cultural anthropologist suggest that ethnography is ill-suited as a method to answer a particular question). Socio-cultural anthropologists rarely talk explicitly about reliability or validity, concerns that students encounter in the coursework they do in psychology, stats, or other social science courses.
So what do we do, as professional anthropologists, when we discuss ethnography? What we discuss, write about, play around with, are the connections between evidence and claim, connections that are sometimes explicit and other times implied in the structure of ethnographic writing itself. This is something students can do too, and happily, they can do it inductively from the text itself, making ethnographic prose a phenomenal tool for teaching students about academic rhetoric more broadly. But they need to learn how to recognize the subtle decisions that anthropologists make about description, structure, and argument as decisions. I think about these decisions as a kind of ethnographic reasoning.

Ethnography labs
In order to help students develop the tools to talk about ethnographic reasoning, I set up “ethnography labs,” sprinkled throughout the 10 weeks of the quarter. These “labs” involved structured close reading assignments in response to which students prepared a written “report” that they turned in ahead of class; these reports were responses to writing prompts that I gave them ahead of time. We used the same two book-length ethnographies that we were reading in class: Never in Anger by Jean Briggs (NiA), and White Saris and Sweet Mangoes by Sarah Lamb (WS). However, our questions and discussion in “lab” were different from our regular seminars. The exercises started at the sentence level, and then moved up to the level of argument and analysis in texts as a whole.
For example, the first lab was designed to help students recognize that anthropologists often prepare readers for their theoretical arguments even when they appear to be giving “background” information about their sites. We focused on the arrival stories from our two main ethnographies, because such stories are meant to situate the reader, both in the physical site itself, as well as in the broader theoretical conversation the author hopes to engage. In order to do so, I gave them the arrival stories from our two main ethnographies. Students had just begun to read Never in Anger but had not yet read White Saris. I scanned the segments and turned them into Word documents, so that students could easily turn in their annotations (and also, hopefully, to jolt students into reading slightly differently than they might read a scanned PDF). The assignment is reproduced in full at Figure 1. Much of the assignment involved very detailed instructions about how to read and annotate the text:
Guided reading:
  1. Read each of the texts fairly quickly. Mark passages that seem particularly significant: italicize
  2. Go through each of the passages again. This time, BOLD terms that seem somehow significant for the author. Perhaps they appear many times, or strike you as unusual, a foreign word or a specialized concept. Perhaps you just get a vague sense that this word will be important. We’ll call these keywords. Make a list of keywords for each text.
  3. Return to the passages that you marked as significant in your first reading. Do any of the author’s keywords appear in those passages? If so, what does the author appear to be doing with them? What was going on in the language of the passage that helped you understand that it was particularly important?
  4. Lamb and Briggs have very different voices. After having worked through steps 1-3, what differences do you notice?
  5. Skim the two texts one last time (bear with me). Having worked through both of them, take a guess for each text:
  6. What do you think the author might be interested inempirically? In other words, what practices, people, and things might she be paying attention to throughout the book?
  7. What do you think the author might be interested intheoretically? In other words, what ideas, concepts, or hypotheses might she be using her empirical findings to explore?
There’s no right or wrong answer for item 5, since we haven’t read the books yet—just take a wild guess! You have some hints from our readings from the first few weeks. Then, look at your keyword list and underlined passages. What made you guess what you guessed? How is the author hinting at what is to come?
Since this was our first lab, I tried to jolt students into becoming aware of how they took in key information from ethnographic writing. As a first step, I had them mark what struck them as key passages. I then had them generate keywords for each text, defined very loosely as words that seemed “somehow significant for the author.” They spent the rest of their report reflecting on what those key passages and key words were communicating about the bigger themes in the ethnography, introducing the concept of a connection between “empirical” and “theoretical” material.
I collected the student responses and played around with their findings. Students’ lists of keywords ranged from 8 per text to over 40. For class, I prepared a table that showed their lists of keywords compared side by side. I also noted which keywords had turned up in every student’s list (figure 2). I prepared a version of the texts with highlighted keywords as a power point presentation so that we could examine where keywords appeared on the page (figure 3).
Figure 2. Screenshot, analysis of student's keywords from Never in Anger (shared keywords are highlighted, green if all students listed them, orange if all but one listed them)
Figure 2. Screenshot, analysis of student’s keywords from Never in Anger (shared keywords are highlighted, green if all students listed them, orange if all but one listed them)
Figure 3. Annotated arrival story: student keywords highlighted. From Lamb, White Saris and Sweet Mangos
Figure 3. Annotated arrival story: student keywords highlighted. From Lamb, White Saris and Sweet Mangos
Although both of the passages analyzed by students appeared to be straightforward arrival narratives, students converged on keywords that were, in fact, central to the author’s arguments (though of course they could not have known this yet): the Bangla terms maya (illusion) and himsa (jealousy) for WS, for example. Interestingly, for NiA, nearly all listed the terms “fragility,” “privacy,” “separateness,” and “adopt” from Jean Briggs’ description of being dropped off by seaplane on the edge of an ice floe with her gear, considering the isolated tundra around her. Anyone familiar with Briggs’ narrative of confusion, chilly ostracization, and eventual tentative acceptance as an adopted “daughter” of ambiguous adult status in a tiny group of nomadic Inuit would immediately recognize these terms as key preoccupations throughout the text, though explicit argumentative language was completely absent in the passage students were asked to annotate. This exercise taught us how powerfully “mere” description sets the stage for the arguments that follow.
In class, we talked about how students came to understand keywords as important. Students mentioned everything from how frequently a word appeared to an author’s decision to use a term from another language and define it. As a final part of our in-class exercise, I projected each text with keywords highlighted, so that we could talk about where different authors introduce key terms. In comparing the two texts, we also discussed how the presentation and use of keywords created and reflected the different prose styles of the two authors. In WS, Sarah Lamb writes in a readable academic register; keywords were explicitly introduced and defined in topic sentences, clearly organizing the information that followed. In NiA, written in a more conversational style, the text was less obviously structured around key terms—though as students’ list demonstrated, it clearly communicated the importance of those terms nonetheless. Perhaps the most interesting thing that emerged from this exercise was that it offered students a way to tie one of their concerns about Briggs—that her writing didn’t’ feel like expert prose, that it seemed like she was “just” telling a story—to certain patterns in her prose style. In other words, it helped me make the point that their issue was one about writing choices that Briggs had made, and that those writing choices profoundly shaped how they engaged with her work.
Throughout the quarter, I designed exercises that used our course texts to help students reflect on issues of representation, writerly choices, and evidence ranging from how one author produced the schematic diagrams that accompanied her main argument, to reflecting on how to read between the lines to evaluate the logic that connected argument and evidence (in this case, in Robert Levy’s Tahitians, an exercise that made one student exclaim, “Oh my god, I thought I liked this and now I think I totally disagree!”). Throughout the quarter, our regular seminar discussions shifted as students rooted their questions in the course texts, and asked each other about what the narrative structure told us about the author’s main claims—and whether we agreed. By conducting exercises focused on how ethnography makes evidence into argument, we were able to compare ethnographic texts not only in terms of the content of their arguments about course topics like emotion or selfhood, but also in terms of how they drew upon evidence to make those arguments. These exercises helped students understand how to read deeply, how to look for evidence on the page. They made students aware of, alive to, the fact that writing in the social sciences is not transparent recording but an integral part of the process of asking and answering questions.

Julia Kowalski is a Visiting Assistant Professor of Anthropology at Williams College. She received her PhD in Comparative Human Development from the University of Chicago. She is beginning work on a book manuscript, titledDebating Dependence, which examines the role of family counseling in northwestern Indian women’s rights activism, and explores how this practice might help us better theorize intersections between kinship and human rights claims in everyday NGO practices.
The “Experiments with pedagogy” series is edited by Hanna Kienzler.

Neurociencia y educación. Qué y cómo se investiga.

Boletín de novedades educativas N°65: Neurociencia y educación. Qué y cómo se investiga. El proyecto Mate Marote. Entrevista a Andrea Goldin.

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 En este boletín indagamos en la relación entre neurociencia y educación, específicamente sobre qué y cómo se investiga desde las neurociencias en el contexto educativo. Con ese objetivo entrevistamos a la bióloga Andrea Goldin miembro del laboratorio de Neurociencia de la universidad Torucato Di Tella que dirige el Dr.Mariano Sigman. En la entrevista, nos cuenta sobre el proyecto Mate Marote, en qué consitió, cómo lo implementaron y qué resultados observaron. También adelanta proyectos futuros y la ampliación de lo realizado con Mate Marote.
andrea-goldin
Andrea Goldin es licenciada en ciencias biológicas por la FCEyN de la UBA y doctora en ciencias fisiológicas por la Facultad de Medicina de la UBA. Tiene un diploma superior en educación y nuevas tecnologías por Flacso. Es investigadora asistente del CONICET en el Laboratorio de Neurociencia de la UTDT y es colaboradora del Laboratorio de Inteligencia Artificial Aplicada de la FCEyN de la UBA.
Es miembro de Expedición Ciencia, ONG dedicada a la enseñanza informal de las ciencias. Es autora de más de una decena de trabajos científicos, publicados en prestigiosas revistas internacionales. Además, llevó a cabo muchas charlas de divulgación científica, participó en el dictado de diversos talleres de capacitación y formación docente en ciencias, escribió capítulos para libros de Biología y de Física, desarrolló diversos recursos educativos de ciencias naturales y fue docente en muchas clases de neurociencia educacional en nivel de posgrado.
-Andrea Goldin: – Las neurociencias venden, acá y en todo el mundo, están de moda. El caso del vestido en que cada uno veía o el color azul o el dorado fue un suceso en diferentes partes del mundo porque es interesante y llamativo ver cómo el cerebro nos engaña de esa manera.
Con esos eventos la gente toma un poquito de conciencia respecto a que también puede ser un sujeto experimental.
Para los científicos, esa situación es útil. Para la sociedad, en algún punto, es un poco peligroso porque como cualquier cosa que está de moda hay gente que quiere comprar y hay gente que quiere vender, y no toda la gente que vende neurociencia trabaja en neurociencia. En particular, en neurociencia y educación también me parece peligroso porque el docente está en el aula y lo que quiere es una receta, y la realidad es que no hay recetas.
El campo de la neurociencia educacional es un campo y una disciplina bastante nueva que surgió de neurocientíficos puros, en el sentido de neurocientíficos de laboratorio que empezaron a tratar de ver de qué formas se podían aplicar los conocimientos generados en neurociencia en ámbitos educativos. Usualmente, cuando nosotros hablamos de neurociencia educacional nos referimos a contextos educativos formales o informales. Uno se está educando constantemente y está aprendiendo a lo largo de toda la vida en todos los lugares donde está. En mi caso, en mis preguntas grandes no entra tanto el aula como el aprendizaje en sí.(el resaltado es nuestro)
-Gabriel Latorre:- ¿A qué te referís con “preguntas grandes”?
-AG: – Mi pregunta, que es lo que quiero entender, tiene que ver con las transferencias. Tiene que ver con que uno aprende algo en un contexto determinado, de un modo determinado, tanto en un contexto interno como externo. Por ejemplo: vos aprendes algo hoy en este momento, en relación a todo lo que hiciste antes de venir (dormir, comer, hablar con otras personas) y también en este contexto externo, conmigo acá, en este lugar.
Un aprendizaje idealmente genera memoria y para que esa memoria tenga sentido tiene que poder usarse cuando haga falta, en el momento que sea. Ese momento en el que vayas a usar esto que aprendiste en este contexto interno y externo tuyo va a ser diferente a este momento; es decir, no vas a volver a estar acá cuando vos te quieras acordar de algo.
Cuando me refiero a memoria no me refiero a lo que llamamos memoria solamente. Cualquier aprendizaje genera memoria. La capacidad que tiene el cerebro de aprender algo en un contexto determinado y usarlo en otro contexto, que puede que no tenga nada que ver a priori, es una capacidad que se llama “generalización” o “transferencia”. Eso es algo que el cerebro hace muy bien. Por ejemplo: metiste los dedos en el enchufe una vez; ya no los volver a meter. Sin embargo, hay algo que sucede en la educación formal que hace que eso que nuestro cerebro hace tan naturalmente no sea tan sencillo de lograr. De hecho suele plantearse que gran parte de lo que se aprende en un aula se olvida. En el mejor de los casos se recuerda para rendir un examen y para poder aprobar esa materia. Esto se da tanto en primaria, en secundaria, como así también en la universidad.
Nuestro cerebro funciona, entre otras capacidades, como transfiriente, porque los contextos nunca se presentan de la misma manera, entonces mi pregunta es: ¿Por qué no se da tanto esa transferencia de lo que se aprende en el contexto educativo formal a los contextos externos a la escuela?
Esa es mi pregunta, y las formas que encuentro de abordarla en algunos casos tienen que ver con el aula, pero en general no, ya que tiene que ver con trabajos como Mate Marote.
Mate Marote es un software de estimulación, de entrenamiento cognitivo.1
Básicamente para poder aprender algo necesitamos tener de donde aprender eso, pero además también estar preparado para poder aprenderlo. Eso implica, entre otras cosas, tener las capacidades mentales para ese aprendizaje en particular. Esas capacidades mentales se van adquiriendo y construyendo progresivamente a lo largo de la vida. Esas adquisiciones se van dando inconscientemente por medio de todos los estímulos que vamos teniendo. Cuantos más estímulos se tienen (y lo que hace un entrenamiento cognitivo es eso, dar estímulos) más se entrenan esas capacidades. Cuando más  se las necesita, más se  las entrena, y a su vez necesitarlas también es una forma de tener esos estímulos. Entonces, nuestro cerebro las empieza a desarrollar. Según cuanto las haya estimulado, según cuanto las haya necesitado y entrenado será cuan fuertes estarán después.
Cuando hicimos Mate Marote apuntamos a desarrollar un software que a través del juego estimulase algunas de esas capacidades que consideramos esenciales y que le van a servir a quien juegue, si no tuvo la suficiente estimulación previa. Si tuvo esa estimulación le resultará divertido y entretenido, pero no le va a entrenar nada porque esa persona ya lo tenía entrenado.
-GL: – ¿Cuáles son esas capacidades?
-AG: – En particular, lo que hicimos con uno de los juegos de mate marote fue trabajar la capacidad de la planificación, es decir, poder trazar un plan para llegar a un objetivo. Allí interviene la memoria de trabajo que es una memoria muy distinta a la que llamamos usualmente memoria. Es un tipo de memoria de la que no tenemos conciencia, pero es imprescindible para la vida social y para la vida en general. Es como una cajita muy chiquita donde uno va poniendo la información que le interesa. Por ejemplo, estamos charlando y yo voy guardando las palabras que vos decís en esa cajita hasta que tienen un poco de sentido, en cuanto tienen sentido ya las interpreto por otro lado y esa cajita se vacía para seguir incorporando otras.
-GL: – ¿Se construiría un esquema de comprensión en esa especie de cajita?
-AG: – Sí, entre otras cosas. El otro ejemplo clásico que ahora con los celulares se nos trunca un poco, es el que yo llamo “la memoria del delivery”, porque es la que usábamos antes de los celulares: tomábamos el teléfono fijo, nos fijábamos en el imán de la pizza en la heladera, recordábamos el número, lo marcábamos y pedíamos una pizza. Al instante al que terminábamos de marcar nos olvidábamos el número, y de hecho si había un ruido fuerte o pasaba algo que nos distrajese, lo olvidábamos y teníamos que volver a mirar. Eso es característico de la memoria de trabajo. Es una habilidad cognitiva que su característica principal es que es muy lábil.
-GL: – Es contingente a una necesidad.
-AG: – Todo el tiempo la estás usando, pero es muy acotada. Está discutido cuantos ítems podemos recordar en esa memoria de trabajo, pero el promedio está entre 3 y 9, y el número suele ser 7. En todo caso, son muy poquitos ítems. Esa memoria de trabajo no se puede agrandar, es decir que no se puede desarrollar más que nueve o el número que sea. Lo que sí se puede, y es lo que uno hace con el desarrollo de todo el cerebro, es encontrar estrategias para usarla mejor. Algunas funciones se pueden mejorar y ampliar en capacidad, otras lo que uno hace es encontrar una buena estrategia para usar lo que tiene.
Con la memoria de trabajo, a modo de ejemplo, una estrategia que puede utilizarse para los números del teléfono es la siguiente: un número de teléfono tiene 8 dígitos, si es un celular de Buenos Aires tiene 10, si es del exterior le tenés que agregar más dígitos que exceden el límite que tiene la memoria de trabajo, que dijimos que está entre 3 y 9. La estrategia que solemos hacer es la de agrupar los números recordándolos con una melodía. Dentro de esa melodía quizás los recuerdes en cuatro grupitos de dos, o dos grupitos de cuatro, entonces ahora ya no son más 8 ítems, ahora son 2 ítems, cada ítem es un fragmento. De esa manera entrenamos la memoria de trabajo y las distintas estrategias para agrupar
-GL: – ¿Con Matemarote?
-AG: – Sí con “Memomarote” que es uno de los juegos de Mate Marote. También trabajamos planificación, y control inhibitorio, que suena bastante feo pero es otra capacidad esencial que tiene que ver con pensar un segundo antes de actuar, con frenar un impulso, por eso se llama control. Hay un impulso y uno lo frena, lo inhibe para hacer otra cosa. El control inhibitorio lo usamos también todo el tiempo. Muchas veces se tienen ganas de hacer algo y no se lo hace porque se sabe que se tiene que hacer otra cosa o porque que eso está mal. Es lo mismo con el desarrollo, se entrenan todas estas capacidades que mencioné junto a otras. Lo que nosotros hacemos simplemente es diseñar algunos juegos que entrenan y estimulan, estas capacidades que consideramos esenciales. De hecho las llamamos “los cimientos o los ladrillos básicos de la cognición” porque son estas capacidades mentales que son necesarias para hacer cualquier otra cosa; por ejemplo: para aprender matemática en la escuela, para jugar al básquet y también para dibujar.
Se sabe que jugar mejora muchos aspectos cognitivos, por lo que deberíamos todos jugar más en cualquier edad.
Otra posibilidad que se suele tener menos en consideración, pero que se conoce hace mucho, es que prácticamente cualquier cosa que hagamos puede mejorarse. En cualquier actividad que practiquemos vamos a mejorar. Si yo juego al futbol, si empiezo a practicar y a entrenarme voy a ser mejor de lo que soy hoy, no voy a ser Messi porque me faltan un montón de cosas para ser Messi o Maradona, pero puedo mejorar. Tal vez uno llegue a un techo o tal vez lo pueda mover muy de a poco sin que casi no se note, pero voy a mejorar.
El objetivo con Matemarote no fue diseñar un software que mejorara como juegan los chicos a ese juego. Porque ya sabíamos que si jugabann iban a mejorar. Lo que buscamos es que la mejora en ese juego se tradujese en una mejora en algo que fuese sustancial en el aprendizaje en sí.  Con ese objetivo, lo que hicimos fue medir cómo los chicos mejoraban en los juegos pero, en particular, cómo la mejora en esos juegos afectaban otros juegos y otros aprendizajes.
Lo primero que hicimos fue comparar distintas pruebas de laboratorio de estas funciones ejecutivas y de las medidas cognitivas de estas habilidades o capacidades mentales que mencionaba.
Dijimos que ya sabíamos que si le hacíamos jugar uno de estos juegos a un chico iba a mejorar en esas capacidades. La pregunta es ¿por qué iba a mejorar? Porque adquirió las capacidades mentales necesarias para jugar a ese juego. Entonces, lo que quisimos ver es si esas capacidades las podría utilizar para mejorar en un juego en el que no se entrenó y no practicó y así comenzar a ver la transferencia. Es un tipo de transferencia más cercana porque sigue siendo un juego. Primero evaluamos eso y vimos que sí se daba esa mejora en todos los chicos. Luego, lo que hicimos fue ir a las escuelas, simplemente porque hay muchos chicos juntos y es más fácil experimentalmente. 
-GL: – ¿Qué tipo de escuelas y en qué nivel?
-AG: – En realidad fuimos a varias. Mate Marote es para chicos de 4 a 8 años, dependiendo del grado de estimulación que tengan en su casa,
-GL: – Por estimulación ¿te referís a interactuación con pantallas?.
-AG: – Con estimulación me refiero, por ejemplo, a cuántas veces necesitaron en su vida utilizar el control inhibitorio, cuánto más en situaciones más complicadas, cuánto lo usaban y lo entrenaban. Si eso era frecuente no servía de mucho que utilizaran el juego.
Inicialmente en las escuelas, lo que hicimos fue ir a primer y tercer grado. Luego por cuestiones de organización nos quedamos solo con primer grado; chicos entre 6 y 7 años.
Los juegos los probamos con distintas poblaciones de escuelas públicas y privadas, de ciudad de Buenos Aires y del Gran Buenos Aires. El estudio más grande lo hicimos en dos escuelas públicas de Ciudad de Buenos Aires donde asistían chicos de población muy vulnerable. En general, en todos los lugares vimos el mismo resultado.
-GL: – ¿Cómo lo implementaban? ¿Cómo era la intervención en la escuela? 
-AG: – Lo que nosotros hicimos fue ir a las escuelas a jugar. Para eso gestionamos la autorización, nos adecuamos a los derechos de los niños, niñas y adolescentes y obtuvimos las aprobaciones del comité de ética. Involucramos a la comunidad educativa por medio de reuniones con los directivos, supervisores y con los docentes cuando tenían ganas; me refiero a que en algunas escuelas se involucraron más que en otras. También siempre con los padres por medio de reuniones o notas en las cuales les contamos lo que íbamos a hacer y les pedimos que autorizaran a los chicos. Nuestro ideal fue tener reuniones con todos los miembros de la comunidad escolar para poder aclarar dudas y que pudiesen hacer muchas preguntas.
 -GL: – ¿Que les preguntaban, por ejemplo?
-AG: – En general solían preguntar detalles de los juegos. Siempre aparecían algunas preguntas sobre aspectos  de la atención porque también el síndrome del déficit  de atención está de moda. Alguna vez alguien preguntó si les podían hacer mal los juegos.
Les contábamos cómo iba a ser todo el protocolo. Nos presentábamos, les decíamos qué es los que buscábamos y les dejábamos nuestros datos. Una vez que pasó esa etapa comenzaron las instancias de juego de los chicos y posteriormente. Hicimos evaluaciones pre y post juego.
-GL: – ¿Cuánto tiempo jugaron los chicos?
-AG: –. Evaluamos distintas cantidades de tiempo. En general eso dependía un poco de nuestro deseo y otro poco del momento del año, de la dinámica de la escuela y en qué condiciones se podía jugar. Lo grupos jugaron dos veces por semana o tres dependiendo el momento, jugaron desde tres semanas a tres meses, entre 10 y 20 minutos por día cada vez que se sentaban a jugar. Si el chico faltaba ese día no jugaba y la sesión de juego no se recuperaba. 
-GL: – ¿Qué evaluación previa hacían?
-AG: – Hicimos las mismas evaluaciones tanto antes como después de que jugasen. El objetivo fue observar cómo influían los juegos en las capacidades al ser utilizadas en otros contextos, más allá de las requeridas por los juegos en sí. Por ese motivo evaluamos capacidades cognitivas a través de las baterías típicas de evaluación de laboratorio disfrazadas de juegos para chicos. Los chicos nunca se enteraron de que estaban siendo evaluados porque siempre fue un juego.
-GL: – ¿Las evaluaciones también eran en pantalla o en algún otro tipo de juegos?
-AG: – Tanto en pantalla como a través de otros juegos. Usamos distintas pruebas atencionales, pruebas de memoria de trabajo y pruebas de manipulación que es algo bastante más difícil.
Decíamos que en la memoria de trabajo se puede tener una poca cantidad de ítems que se van a ir rápido. Una prueba es hacer operar sobre esos ítems, por ejemplo puedo decirte tres números y vos me los repetís. Lo vas a hacer mucho mejor si los repetís exactamente en el orden en que te los digo que si me los repetís al revés. Por ejemplo: 6-3-5.
 -GL: – 6-3-5
-AG: – Ahí operó la memoria de trabajo. En un rato probablemente no los recuerdes. Tal vez puede que sí porque esta situación tiene otra carga. Sí te propongo que digas al revés otra secuencia de números va a ser más difícil. Se pueden repetir muchos más dígitos al derecho que al revés, porque al revés además de retenerlos en la memoria, hay que operar con ellos en esa memoria de trabajo.
Podemos pensar a esos números como objetos dentro de la cajita. La propuesta es jugar con ellos, pero son objetos que se están desvaneciendo.
 -GL: – En ese caso ¿no estarían en juego también otras referencias a modo de esquemas mentales desde los que pensamos y establecemos relaciones, por ejemplo el sentido en el cuál se lee?
-AG: – Esa es una estrategia. Un israelí, que habla hebreo los ordena al revés y es exactamente igual. Lo que se pone en juego es encontrar estrategias. Para que te vaya mejor en estas tareas lo que tenés que hacer es tratar de atar esos objetos a otros mapas que ya tengas armados. Por ejemplo, tratar de recordar el número como una fecha. Entonces es mucho más fácil, pero ¿por qué? Porque sacaste ese número de la memoria de trabajo. De esa manera encontraste una estrategia para sacarlo de esa memoria tan lábil y tan chiquitita.
-GL: – ¿Indagaban en ese tipo de relaciones con otras referencias?
-AG: – No, eso en particular no. Evaluamos memoria de trabajo. El uso de estrategias es ya salirse de la memoria de trabajo. De hecho, nosotros intentamos que no hubiese estrategias más que la que las podía dar el juego.
-GL: – Evaluaban la adecuación a la estrategia que estaba implícita en la consigna de ese juego.
-AG: – Nuestros juegos tienen un par de características y es que la dificultad aumenta progresivamente en función del desempeño del chico, y existen algunas estrategias óptimas para resolver los problemas.
-GL: – ¿Hacían algún relevamiento o alguna medición de las estrategias que podrían aplicar los chicos para la resolución de los juegos?
-AG: – Nosotros estábamos seguros, de que había una estrategia que claramente era la mejor, pero no, los chicos nos demostraron que había y hay una estrategia por chico básicamente. Los chicos hacían lo mismo que hacemos nosotros: tratar de atar eso que tienen delante a otros aspectos de su vida para que les resultase más sencillo poder resolverlo. Esa fue una de las razones por las cuales comenzamos, después de varios años, a generar tutoriales automáticos o inteligentes, que detecten si un chico está respondiendo mal y lo ayude. ¿Por qué?
Por ejemplo, en Mate Marote el juego Avioncito que trabaja sobre el control inhibitorio es sobre avioncitos que van en una y otra dirección y si vos apretás mal el botón perdés. En el que se trabaja la planificación Casitas hay una serie de casitas. Cada casita tiene su personaje y están comunicadas por caminitos. El objetivo es llevar a cada personaje a su casa cumpliendo una serie de reglas. El juego te plantea un problema de planificación. En los niveles más altos el jugador está obligado a hacerlo en la menor cantidad de pasos posibles. Puede que un chico lo esté resolviendo bien, pero no en la menor cantidad de pasos. Entonces hay que tener mucho cuidado en cómo sugerirle que piense por sí mismo otra estrategia para hacerlo en la menor cantidad de pasos posibles. ¿Por qué digo que hay que tener cuidado? Porque no se le puede decir “Fíjate, te conviene hacer esto” y darle la mejor estrategia posible. Eso le quitaría toda la individualidad y lo sesgaría completamente para que piense de otra manera. 
-GL: – Es un límite que debe ser un poco difícil de trabajar. 
-AG: – Exacto. De hecho hace varios años estamos tratando y recién ahora comenzamos a probar con orientaciones porque queremos ayudarlos a que encuentren una mejor manera de resolverlo sin condicionarlos. 
-GL: – ¿Ahí operaría la posibilidad de que el jugador establezca una relación con sus referencias y sus experiencias previas para construir su propia estrategia?
-AG: – Justamente, y además es la forma real de aprender. Aprender es como unir las piecitas de un rompecabezas que va ampliándose. Cada cosa nueva que tomás es una piecita y si tenés otras piecitas de donde engancharla es más fácil.leonardo-sticks-dome-01-b
-GL: – ¿Considerás que la aplicación de los enfoques de las neurociencias en la educación pueden llegar a validar propuestas instrumentales en las que se planteen procedimientos correctos a seguir, que estarían avalados por esta ciencia para desarrollar determinada capacidad en los alumnos, para luego ser avaluados midiendo el grado de adecuación de los estudiantes y docentes al procedimiento y objetivo planteado?
-AG: – Yo soy muy crítica de eso. 
-GL:- Podría entenderse como un límite en el que desde la neurociencia se tendría la responsabilidad de no validar una enseñanza basada en preceptos puramente conductistas.
-AG: – Eso seguro, pero no hay muchos neurocientíficos queriendo entrar al aula.
-GL: – ¿Por qué considerás que se da esa situación?
-AG: – Cuando hablo de científicos me refiero a los de las ciencias exactas.
Es mucho más difícil hacer un experimento y una investigación bien controlada en la escuela. Nosotros buscamos la objetividad, la reproducibilidad y la predictibilidad. Con humanos es muy difícil trabajar en ese sentido, y más aún con humanos en un ambiente poco controlado. Como científicos, nosotros tenemos que ganar en aplicabilidad en el mundo real, porque lo que el chico utilice lo va a aplicar en ese contexto y no adentro del laboratorio con su cabeza cableada.
Si ponemos un chico en la cámara del laboratorio, le ponemos los sensores y los cables en la cabeza, le sacamos el celular, cerramos la puerta y en pantalla le pasamos las imágenes que yo quiera podemos ganar mucha información que, en algunos casos, va a referir a ciertos procesos que son los mismos que aplicará afuera, pero el ambiente es artificial, por lo que nunca voy a conocer su respuesta como si estuviese en el aula con otros estímulos. Por ejemplo: paso una película de un bosque y me fijo qué le pasa. ¿Y cómo sè que cuando está en un bosque le pasa exactamente lo mismo? Podré hacer muchos controles en el laboratorio, pero eso no lo voy a saber. Entonces, si voy al bosque gano esa información porque sí lo voy a saber, pero en el bosque hay diferentes ruidos, hay toda una serie de distracciones que me entorpecen el trabajo. Siempre en un experimento se gana en un sentido y se pierde en otro.
Los científicos estamos más acostumbrados a pensar experimentos adentro de un laboratorio, porque allí uno los puede controlar mejor, uno puede decidir qué estímulos presenta y en qué momento.
-GL: – Controlar todas sus variables.
-AG: – Claro. Por ejemplo: si alguien viene al laboratorio a hacer un experimento y durmió mal anoche el resultado va a dar distinto del que sería si hubiera dormido bien. Eso no lo puedo controlar, pero tenemos una serie de estrategias para controlar poblacionalmente esa situación. En un aula eso es mucho más difícil porque el ambiente está mucho más descontrolado. Yo creo que eso hace que no sea tan fácil ir a las aulas a hacer experimentos.
Con respecto a lo de las recetas hay mucha gente queriendo vender y hay que ver quién trabaja y quién no en el campo de las neurociencias en particular. No se van a encontrar prácticamente neurocientíficos que den recetas porque no las hay. Uno puede tener ciertas sugerencias y hay cosas que se acercan un poco a una receta, pero cómo se aplica eso dentro del ámbito áulico ya es otro mundo. La realidad es que hay una receta por alumno. Esta es una de las principales cuestiones que aclaro porque cuando doy charlas o doy clases es lo que percibo que los docentes están yendo a buscar: recetas.
-GL:- ¿Sentís una demanda de eso?
-AG: – Sí, no solo yo, todos mis colegas neurocientíficos que están en educación también.
-GL: – Posiblemente un neurocientífico que apunte a la construcción de una receta sería considerado poco serio dentro de su propia comunidad y seguramente tendría muchas críticas, pero sí existe la posibilidad de que ese conocimiento y algunas de las conclusiones a las que puede llevar sean tomadas desde un enfoque que apunte a construir una simplificación y que podría facilitar la validación de procedimientos dentro del sistema educativo para obtener resultados mostrables en un corto plazo.
-AG: – Los neuro-mitos están ahí. Los mitos de neurociencia, como por ejemplo el del 10% del cerebro surgen así. Tienen algún sustento real de algún experimento que alguna vez se hizo y se compartió, luego empieza el boca a boca y termina en cualquier otra cosa. Hay veces que no es demasiado grave, pero hay otras veces que sí. Hay varias empresas, no tanto en Argentina dado que no está tan industrializado el sistema educativo, pero en EEUU hay empresas que le venden al Estado, o a los distintos estados o distritos, programas para entrenar cognitivamente a los chicos. Y muchas son propuestas que no están probadas.
-GL:- ¿Puede que algunas instancias de esas propuestas se estén probando así?
-AG: – Ni siquiera. No están haciendo los estudios. El objetivo de ellos no es hacer que la ciencia avance o tener más conocimientos porque la prioridad está en el negocio. Eso sucede porque es muy tentador, porque hay gente que quiere comprar recetas; entonces se las venden. Difícilmente se encuentre a ningún científico relativamente serio que vaya a vender recetas.
-GL:- ¿Sin ser recetas qué recomendaciones para el ámbito educativo se pueden dar desde los resultados de las investigaciones en las neurociencias?
-AG: – El caso de las horas de sueño es súper interesante. Las revistas especializadas plantean que desde fines del siglo XIX, casi 1900, hasta hoy el promedio de horas de sueño ha bajado. Se plantea que actualmente estamos durmiendo poco y que tendríamos que dormir más. Pero en el 1900 dormíamos más de lo que hoy las revistas especializadas dicen que tendríamos que dormir.
Actualmente hay una falta crónica de sueño y a los que más afecta esa situación es a los adolescentes. Los adolescentes en cualquier especie que miremos, no solo humanos, necesitan dormir mucho. En nuestras sociedades la escuela empieza entre las 7: 30 y a las 8 de la mañana. Un adolescente a esa hora tiene sueño. En base a las evidencias científicas que sustentan esto que planteo se hicieron experimentos en escuelas corriendo el horario de inicio de clases para que no empiecen tan temprano y así darle un rato más de sueño a los chicos. Esos experimentos tuvieron muy buenos resultados en la mejora del rendimiento de los alumnos. A los chicos les fue mejor en absolutamente todo lo que pudieron medir y en muchas de estas escuelas incluso decidieron dejar cambiado el horario. Este caso muestra que hay resultados de investigaciones que pueden trasladarse a aplicaciones concretas en el sistema escolar. De todas formas hay que tener en cuenta que desde nuestra ciencia lo que hacemos son análisis poblacionales y que hay una gran mayoría a la que le va a pasar esto y también una minoría que va a estar en los extremos, ya que en esa situación puede ser que duerman menos o que duerman muchísimo más. Esto nos lleva a concluir que las “recetas” hay que tomarlas con pinzas, sean más sencillas o más amplias, porque si bien todos los adolescentes necesitan dormir más hay algunos casos en los que el cambio de horario no funcionó. En esta ciencia un resultado es un resultado estadístico.
-GL: – ¿Con Mate Marote a qué conclusiones llegaron?
-AG: – Yo estuve en las escuelas todo el tiempo pero prácticamente no participé, solo lo hice cuando alguien faltaba o cuando había un problema, pero no jugaba con los chicos. Jugar con los chicos era ayudarlos a loguerase en el juego, ponerle los auriculares, chequear que estuviesen bien. Había algunos chicos que eran demasiado demandantes y cada vez que jugaban esperaban que les dijeses si lo hacían bien. Había adultos al lado cumpliendo el rol de operadores, a eso me refiero con jugar con los chicos. Eran los mismos adultos que los iban a buscar al aula y los llevaban a la sala de computación o la sala que nos hubieran dado para jugar. Esos adultos eran ciegos al experimento. Una condición fundamental en nuestra ciencia, ya que buscamos la objetividad y la subjetividad se cuela por todos lados. Por este motivo la idea fue tratar de que hubiese la menor subjetividad posible, incluso en cuanto a la palabra de aliento que algunos chicos necesitaban. ¿Cómo lo resolvimos? Dándole a todos el mismo aliento, y no al grupo que uno inconscientemente quería sin tener ningún registro de esa situación. Eso suele suceder mucho. Es importante que el que está haciendo el experimento en concreto sea ciego al experimento, que no sepa que es lo que se busca. Los adultos que jugaban con los chicos eran estudiantes avanzados o recién recibidos en psicopedagogía o psicología que habían sido convocados para asistirnos.
Como decía antes en cualquier actividad que uno practique puede mejorar. Entonces todos los chicos que jugaban Mate Marote iban a mejorar en Mate Marote y probablemente mejorarían en otras tareas, porque lo que entrenaban en los juegos lo podrían usar en otras tareas. Pero lo que necesitábamos saber era si esa mejora surgía específicamente como efecto de Mate Marote o era simplemente por jugar. Por ello dividimos pseudoaleatoriamente a los chicos respetando proporciones de género y de edad en dos grupos. Uno era un grupo control que iba a jugar a otros juegos también en la computadora, pero que no entrenaban esas capacidades mentales que nosotros consideramos esenciales. El segundo grupo era el que iba a jugar a los juegos de Mate Marote.  Dentro de cada aula hubo un grupo de chicos que jugaba a Mate Marote y un grupo de chicos que jugaba a otros juegos. Dividirlos en el aula era importante porque el efecto aula y el efecto de los docentes fue central para controlar esa división.
A los chicos los evaluamos antes y después con una batería de pruebas que en forma lúdica evaluaban esas capacidades mentales que entrenamos y que también evaluaban algunas otras que no habíamos entrenado, para tener control de lo que debería modificarse posteriormente en los juegos. Lo que encontramos en todos los casos antes de empezar a jugar fue que el grupo de chicos que jugó Mate Marote era equivalente en cuanto a sus capacidades al grupo de chicos que jugó a los juegos control, pero después de jugar, los chicos que jugaron a Mate Marote mejoraron más en algunos casos y en otros casos solamente mejoraron, en comparación con los otros chicos. Hasta ese punto ahí fue lo típico que se venía haciendo en estimulación cognitiva, que es probar esta transferencia en contextos más cercanos.
Que hayamos entrenado en un juego y hayamos podido evaluar una mejora producida por ese juego en otro contexto diferente implica, muy posiblemente, que se entrenaron capacidades mentales que son compartidas por estos dos juegos.
En una de las escuelas volvimos a realizar una evaluación un mes y medio después y los chicos mantenían esa mejora. Eso también sugiere fuertemente, no medimos a ningún cerebro, pero sugiere que hay cambios estructurales en los cerebros de esos chicos que la literatura científica dice que están relacionados finalmente con mayores oportunidades a lo largo de la vida. Pero a mí lo que no me cerraba de esa afirmación es que no hay nada concreto para mostrar, nosotros no estábamos viendo eso.
-GL: – ¿Para afirmar eso en el caso del experimento con Mate Marote?
-AG: – Si, lo puedo afirmar, lo puedo proponer por toda la literatura que hay, pero yo buscaba un resultado para poder mostrarle a la comunidad educativa, algo que le importase a los alumnos. A los chicos no les importa si yo les digo “te mejoran las funciones ejecutivas y eso es buenísimo, porque correlaciona en un tanto por ciento con…” Eso nos importa solo a nosotros.
Una cosa sencilla y potente para nosotros fueron las notas escolares. Las notas fueron puestas por los docentes que fueron ciegos al experimento en el sentido de que, al igual que los operadores, no sabían que había grupos control con juegos y que ese era el motivo de los juegos diferenciados. Creían que todos los juegos entrañaban distintos aspectos importantes de la cognición y que nosotros queríamos ver las distintas respuestas. Los docentes no sabían que en otra instancia íbamos a mirar las notas.
Nosotros llegamos, jugamos con los chicos, nos fuimos de la escuela y cuando terminaron las clases volvimos a buscar las notas de todos los niños. Las de antes y después de haber jugado.
Teníamos distintas hipótesis. En los grupo de primer grado una de las hipótesis era que si veíamos mejoras en las notas iban a ser en las de lengua y matemática, porque son las materias a las que se le dedica cerca del 90% del tiempo áulico.
Lo que encontramos fue que los chicos en general mejoraron. Encontramos mejoras sólo en lengua y matemática en el grupo que jugó Mate Marote con respecto al grupo que jugó los otros juegos. Eran mejoras significativas, pero además la mejora no fue en todos los chicos que jugaron a los juegos de Mate Marote, solo fue en el subgrupo que iba menos a la escuela. Es decir, para obtener esta conclusión la lectura fue la siguiente: tomamos a todos los chicos y los dividimos entre los que iban más y los que iban menos a la escuela. La mitad que iba menos la dividimos y así teníamos a su vez un cuarto. Es decir, la mitad de esa mitad que eran los que iban menos y jugaron en los juegos de Mate Marote mejoró en comparación con la otra mitad que iba menos y jugó a los otros juegos.
Recordemos que el experimento lo hicimos en dos escuelas, en cinco primeros grados, con 111 chicos
Los que iban más tenían las mismas notas equivalentes. Los que iban menos tenían notas mucho más altas después de jugar Mate Marote. Eran notas tan altas que llegaron al mismo nivel de los que iban más a la escuela.
Otro punto importante es que un chico de primer grado vaya poco a la escuela quiere decir que no lo llevan (que vayan poco, no es que no van). Que no lo lleven implica que hay toda una realidad socioeconómica, cultural, familiar que hace que esa familia no pueda llevar a ese chico. Eso no quiere decir que esa familia no quiera llevarlo, sino que no lo puede llevar. En correlación con otros estudios y también en base a lo indagado con las autoridades y docentes de la escuela, pensamos que esos chicos que van menos son los que viven en una situación y un entorno vulnerable, son los que están peor porque son los que probablemente hayan tenido menos estimulación que los otros a lo largo de su vida. Es decir, esas familias que tienen tantos problemas que hace que ni siquiera puedan llevar a los chicos a la escuela, probablemente son las que menos atención le han dado a esos chicos a lo largo de la vida en el espacio de la convivencia.
-GL: – Puede que en algunos de esos casos hayan recibido otro tipo de estímulos que le propicie otras características a su inteligencia.
-AG:- Sí, pero cuando hablo de estímulos me refiero a los que son esenciales para los resultados de este experimento. Otros son esenciales para otras cosas y hay otros que son un problema.
Las capacidades mentales que estimula Mate Marote son necesarias para todo, por ejemplo para poder frenar un instante y pensar antes de actuar en la vida en sociedad. Son necesarias para cualquier tipo de inteligencia.
-GL:- Particularmente esa capacidad de controlar el impulso puede ser justamente un tipo de estímulo que algunos chicos no tengan en su casa.
 -AG: – Lógico, sí. Lo que nosotros hicimos fue darles a los chicos el estímulo que no habían tenido suficientemente en sus ambientes naturales hasta ese momento, para que usen esas capacidades mentales que son necesarias para cualquier cosa que se quiera hacer, como por ejemplo mejorar sus notas en lengua y matemática.
-GL:- ¿Pudiste hablar con las maestras en relación a las notas? Porque esas calificaciones también tienen una carga de subjetividad
 -AG: – Sí. Fue muy bueno organizar los grupos en base a que tuvieran una misma docente que los calificó sin saber de la incidencia o no de haber jugado en el rendimiento de los chicos.
-GL:- ¿Esa docente había estado todo el año con esos alumnos?
-AG: – Sí, era la docente de aula.
-GL:- ¿Y les podía decir, por ejemplo: “José tuvo un progreso en lengua, antes no sabía leer de corrido y ahora sí”?
-AG: – Nunca le preguntamos. No le preguntamos, solo miramos las notas. En ese momento no teníamos a integrantes del área de ciencias sociales en el equipo. Nosotros sabemos mirar números.
-GL:- En un artículo sobre Mate Marote producido por el Laboratorio de Neurociencia Integrativa plantean la posibilidad de una implementación a escala.
-AG: – Eso es lo que estamos haciendo ahora. Con estos resultados en base a las notas, porque era algo sencillo de mirar del mundo real de los chicos, pudimos conseguir un subsidio para mejorar el sitio web donde están los tres juegos de Mate Marote on line. Ese sitio lo hicimos a pulmón nosotros mismos. Estaba diseñado para funcionar en el contexto de uso de las escuelas que participaron del experimento, es decir con 30 chicos juntos, pero cuando se difundió el trabajo que hicimos comenzó a ingresar mucha más gente  y obviamente el sitio se caía todo el tiempo porque no estaba hecho para esa cantidad de usuarios jugando al mismo tiempo.
El subsidio que conseguimos fue del Ministerio de Ciencia, Tecnología e innovación productiva de la Nación a través de la Fundación Sadosky para desarrollar el software del sitio de manera más profesional, básicamente para que no se caiga cada vez que hubiesen varios sujetos utilizándolo.
Estás intervenciones que hicimos en las escuelas son muy costosas a nivel de recursos humanos. Intentar ampliar en escala la acción de ir a las escuelas en varias oportunidades a jugar con los chicos se hace muy complejo. Por este motivo a lo que apuntamos es a aprovechar todos los modelos 1 a 1 que hay ahora en la región que estén trabajando en los niveles de educación inicial y primaria. La idea es que el nuevo software los guíe para loguearse y jugar, y les de las palabras de aliento que necesiten.
En esta instancia ya se hizo el software de forma profesional, con una buena arquitectura para que soporte miles de usuarios en paralelo. También estamos haciendo una versión mobile que se podrá jugar desde tablets o celulares además de la computadora. Le agregamos juegos nuevos que entrenan otras capacidades mentales y nuevas herramientas de evaluación. Estos juegos en realidad no son juegos de entrenamiento si no de evaluación.
También falta mucho por saber, por ejemplo en la literatura mundial no está claro cuánto tiempo es el óptimo para jugar. Obviamente va a depender de cada chico, pero ¿cómo calcular ese tiempo para que un chico se beneficie con alguno de esos entrenamientos? ¿De qué depende? Probablemente se pueda encontrar alguna relación entre si llegó hasta determinado nivel en un juego y hasta determinado nivel en otro, entonces lo que habría que hacer es darle entrenamiento para que mejore esa relación. Ese es un ejemplo de lo que buscamos, analizamos y hacemos.
En nuestra visión de la neurociencia educacional intentamos continuar un ciclo virtuoso en el que tenemos información de cómo funciona la mente y el cerebro con la que buscamos generar herramientas para entrenar capacidades mentales que consideramos necesarias. A medida que los chicos juegan, a medida que se van entrenando, nos dan datos para seguir entendiendo esos procesos, mejorarlos, afinarlos e individualizarlos. Eso es lo que registran los juegos.
-GL:- Si amplían la escala del uso de los juegos tendrían miles de fuentes de datos para ir ajustando.
-AG: – A mí lo que me parece interesante de las computadoras es que te permiten individualizar la educación, que es algo que un docente solo con 30 alumnos en un aula no puede hacer.
Por ejemplo: en un aula cada alumno tiene una computadora y están resolviendo un ejercicio de matemáticas (tomemos matemáticas porque trabajás hacia un resultado correcto) en un programa medianamente interactivo que te permita ir resolviendo problemas y marcar e indicar la respuesta. Ese programa detectaría si la respuesta es correcta o no. Cuando un chico tiene una dificultad llama al docente. De esa manera podrías tener un aula con 30 alumnos y un docente, que no es lo ideal, pero permitiría individualizar la asistencia al alumno y hacer que rindan mucho más los recursos que tenemos actualmente.
-GL:- ¿Apuntan a ir incorporando principios de neurociencia en el diseño de software educativos?
-AG: – Sí, de hecho tenemos un proyecto escrito para aplicar este conocimiento de neurociencia en el aprendizaje de la aritmética en el nivel de los últimos grados del primario y comienzo del secundario. Ahora estamos pensando varios juegos de lecto-escritura y vocabulario para niños de 4 y 5 cinco años.
En esto estamos trabajando con un grupo de científicos uruguayos. En Uruguay en ese nivel en vez de computadoras les dan tablets, por eso estamos adaptando el software para ese dispositivo. Este software es libre y de código abierto lo que implica que cualquiera lo pueda intervenir.
-GL:- ¿A qué te referís con poder intervenir el software?
-AG: – Por ejemplo si un docente quiere entrenar la atención en los chicos podría preparar una secuencia de trabajo con ese software y particularizarla para cada alumno. Es darle la posibilidad al docente de no ser solo usuarios pasivos del software, sino ajustarlo de acuerdo a su mirada sobre las necesidades que identifica.
La idea es darles más herramientas a los docentes, porque en la relación entre neurociencia y educación sucede que desde la neurociencia se habla mucho del puente que hay que hacer entre las dos disciplinas, que tienen que dialogar, pero la realidad lo que se da no es un puente, es una especia de bajada de línea, no es un ida y vuelta parejo.
-GL:- Le estarían brindando el recurso, como un soporte de conocimiento y a su vez estarían validando la capacidad de intervención del docente. Solo faltarían las orientaciones para que ese docente pueda particularizar esa intervención en su contexto. ¿Consideran plantear esta propuesta en el nivel de formación docente? Dado que allí se están formando futuros docentes que podrían aplicar esta estrategia y a su vez ya tienen las netbooks de Conectar Igualdad.
-AG: – Sí. Hay muchas cosas por hacer. Para mi es interesante hacer grupos interdisciplinarios en los cuales obviamente los docentes no tienen el conocimiento que tenemos nosotros de cómo se hacen las investigaciones, pero tienen mucho más conocimiento de los aspectos del desarrollo y aprendizaje de los estudiantes. Entiendo que se pueden generar ambientes interdisciplinarios muy interesantes donde no sea el científico el que diga “bueno, vamos a probar tal cosa”, sino los docentes los que traigan un problema a ser resuelto.
Otros materiales sobre neurociencia y educación
Bibliografía (en inglés)